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 Fondo Editorial Guanajuato

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Nuestra apuesta: la formación de públicos

Se tiene la idea generalizada que la finalidad de un sello editorial es la de publicar libros. Pero si algo nos dejó los casi dos años de padecer esta contingencia sanitaria, es que lo que menos importa es elaborar de libros. Es cierto que, en la cadena del libro, como su nombre lo indica, el libro es el leitmotiv de toda la línea de producción. Eso no se discute. No obstante, se nos olvida con frecuencia que un libro es un objeto continente, es decir, un objeto que por su naturaleza “contiene” otra cosa. Eso que contiene los libros, no es otra cosa, sino historias.

Y ahora sabemos que las historias nos han acompañado desde antes de inventar propiamente la cultura escrita. De hecho, tal atributo evolutivo fue el que les permitió a nuestros ancestros identificar, descubrir y nombrar su entorno. No suena, entonces, descabellado pensar que el primer género literario que se escuchó en la llanura, sobre la faz de la tierra, y que sirvió de testimonio de nuestra incipiente aventura como especie, tuvo que haber sido la crónica.

En este sentido, somos irremediablemente contadores y escuchadores de historias, y la palabra definen nuestra existencia y nuestra relación con el mundo, es decir, con los otros. Entonces, deja de importar el tipo de soporte mediante el cual compartimos nuestra experiencia en palabras, cuando lo importante es estar consciente de cómo nuestra condición humana tiene que ver en cómo soñamos, contamos, escribimos y leemos las historias del mundo. Porque qué son las historias, la ficción, sino la manera en que transformamos nuestra memoria en experiencias imaginativas.

 

Si entendemos que toda sociedad o comunidad humana se define por un lado por su afinidad a sí misma, pero, a su vez, por oposición o por lo que tiene de diferente. Estas visiones encontradas conforman las fronteras identitarias que incluyen tanto como excluyen; son historias de encuentros y desencuentros que van desde lo personal hasta lo que ahora conocemos como la aldea global. En este sentido, ¿cómo determina, limita y amplía el lenguaje la manera de ser y estar en el mundo, la manera en que lo imaginamos?

Este cúmulo de reflexiones, después de más de un año de confinamiento, con escuelas, bibliotecas, librerías, cines, cafés, centros culturales, museos, ferias de libros, algunos temporalmente o en definitiva cerrados, nos han obligado a preguntarnos de nueva cuenta, cuáles son las prioridades en tanto a políticas culturales se refiere. Porque sería pecar de ingenuo, el pretender que podremos regresar a la “nueva normalidad” como si nada hubiera pasado, o siquiera pensar en recuperar a los supuestos públicos perdidos, cuando la pandemia solo certificó algo que se veía venir.

 

Es así como Fondo Editorial Guanajuato invita a que volvamos a mirar lo evidente. Nuestra apuesta es la formación de públicos que, en nuestro caso, son los públicos lectores, quiénes si no ellos pueden ayudarnos a salir del bache en el estamos. ¿O no es así?

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Fondo Editorial Guanajuato
renueva su compromiso

En el Fondo Editorial Guanajuato, sabedores de que los lectores son el verdadero motor de la cadena del libro, renovamos nuestra apuesta por el desarrollo de nuevos públicos. Este objeto cultural por excelencia -el libro- no deja de ser, al fin y al cabo, un soporte como cualquier otro para transmitir y recibir historias. Somos, en esencia,  escuchadores y contadores de historias. De hecho, nuestro mundo, el mundo que nos ha tocado vivir, está cimentado en clave literaria. Nuestra historia es un largo relato que se compone, a su vez, de un sinnúmero de otras historias.

No obstante, cuando hablamos de formación de públicos, es frecuente que surjan nociones que van desde diferentes actitude y  creencias, hasta los diversos tipos de consumo de bienes y servicios culturales por parte de los  espectadores actuales o de los potenciales. Se ha llegado a pensar que, de lo que se trata es de incrementar el número de receptores “activos” de los mensajes artísticos y la participación de estos en actividades culturales, como si todo el esfuerzo que se realiza para la promoción de tales acciones, con o sin fines de lucro, se redujera a una cuestión del número de asistentes  que visitan una feria de libro, asisten a un concierto,  a una puesta en escena, a la presentación de un libro; o entre quienes compran o usufructúan un bien cultural mediante la renta o la compra del mismo, ente otros ejemplos.

Otro asunto que se acostumbra a pasar por alto es el que hace alusión a que el libro, el track que se descarga de una aplicación de música, una pintura o una fotografía, una puesta en escena de una obra de teatro o la coreografía de una

 danza, son manifestaciones o productos artísticos, según el soporte del que se trate.

Se confunde, entonces, el término “consumo” con otro vocablo como “participación”, por ejemplo. Y esto se debe, sobre todo, a que se parte del hecho de que todo el mundo entiende cuando se habla de cultura, cuando, paradójicamente, no es así. En realidad, quienes se precian de ser gestores, promotores o administradores de bienes y servicios culturales, son los primeros en no entender cuál es su verdadera función, al no tener claro quiénes son sus "clientes" o  la materia prima con la que supuestamente trabajan: cultura.

Si partimos del hecho de que el conocimiento es una representación de la realidad, ya tenemos de entrada los dos campos que nos interesan: el de la realidad y el de la mente. El conocimiento, sin darle muchas vueltas es un logro, quizás el principal de la evolución biológica del ser humano.

Lo anterior es trascendental porque también señala dos cualidades del conocimiento: se crea y se trasmite. De no ser así, nuestros ancestros no habrían logrado salir de las cuevas, la construcción de varia tecnología, pero, sobre todo, transmitir tales conocimientos a las siguientes generaciones.

Entonces, podemos dar por sentado de que el “conocimiento” se trasmite por vía genética o no. Y aquí volvemos a enfocar el asunto: “Cuando el conocimiento creado por una mente se trasmite por vía no genética, podemos denominarlo tranquilamente, cultura.”

Si partimos desde este punto de vista o de enfoque, queda claro que de lo que se trata cuando hablamos de desarrollo de públicos, en este caso, dentro de la cultura escrita, es la  de establecer los mecanismos para generar o estimular, compartir y aquí subrayamos, comprender, un determinado tipo de conocimiento.

El escritor, como el artista, el científico o cualquier ciudadano, necesita producir conocimiento sobre el mundo, el suyo, para aprehenderlo y compartirlo con otros como nosotros y así sentirnos menos solos. En resumen: se trata sobre conocer y dar a conocer.

Como se ha observado, el “público” es una noción que se usa para definir de alguna manera a esos interlocutores, destinatarios o beneficiarios de una determinada política cultural, propuesta o servicio, pero es obvio, que ese sesgo sigue siendo paternalista porque asume de entrada que es el administrador, gestor o promotor el que sabe lo que el espectador “necesita”, y al público lo que le queda es actuar como mero receptor.

En el Fondo Editorial Guanajuato apelamos a que el público, en este caso, los lectores, sean personas activas, responsables de sus experiencias, sean éstas existenciales, artísticas, culturales y, por supuesto, de sus procesos lectores. Porque todos somos creadores de nuestros propios conocimientos.

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Nuestras editoriales

Ediciones La Rana

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Novedades

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Estas son nuestras recomendaciones

1. Marca de agua, de Ana Paulina Calvillo, coedición entre Ediciones La Rana y Editorial Ficticia.

2. Elsinore: un cuaderno, de Salvador Elizondo, editorial  FCE.

3. La palabra quebrada. Ensayo sobre el ensayo, de Martín Cerda, coedición E1, Los Otros Libros y Ediciones La Rana.

4. La rueda de la aves de Emily Dickinson, Traducción Juan Carlos Calvillo, coedición Aquelarre y Los Otros Libros.

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Nuestros lectores opinan

Cuando se escogió el libro ganador del premio Efraín Huerta 2021 en ninguno de los jurados hubo duda. Se premiaba un discurso bien conducido entre lo lírico y lo intelectual, entre la emoción, el sentimiento y el pensamiento, como dijera Díaz Mirón, entre la nueva poesía y la raíz clásica, entre el lenguaje metafórico y el lenguaje coloquial, entre todo aquello que se dice y aquello que se intuye. Todo lo anterior nos había hecho incidir unánimemente en el veredicto.

Baudelio Camarillo

Texto recogido en las páginas centrales por el suplemento cultural La gualdra, del periódico La Jornada Zacatecas, de fecha  16 de enero de 2023, con motivo de la presentación editorial del poemario Gorriones, en Guanajuato capital, en el mes de diciembre de 2022.

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